Todo
puede ser muy simple, y todo puede ser muy complicado. Yo no sé
mucho de casi nada. En general, yo no sé mucho. Sin embargo, sé
unas cuantas cosas. Puede que mi problema sea que mi mente(aquello
que sea, que dicen que es, o aquello que cada uno imagine que es),
como mi cuarto, este desordenada. También el mundo está bastante
desordenado así que prefiero no tener remordimientos de conciencia
y malos pensamientos hacia mi mismo por ello. Cuando pienso,
perdón, cuando quiero decir o hacer algo, necesito las palabras.
De las corrientes que más me han calado de entre las que he
estudiado en esta carrera son aquellas que simpatizan con el
Interaccionismo Simbólico.
Así que, de donde quiero partir es de que “los seres humanos
actúan hacia las cosas en función de los significados que las cosas
tienen para ellos” (Blumer). Dado esto, hay que obviar también que
esos significados son volubles, como el agua, fluyen, en las
interacciones. Esto justifica mi
desorden, justifica, de hecho, al menos para mi, todo el desorden.
Dado que aquello que entiendo como interacción
es todo. Cuando digo todo me refiero a todo. Todo lo que vivo, todo
lo que aprendo, todos mi tiempo de vida, despierto y dormido, para
mi, así a vote pronto, forma parte de La gran interacción.
Toda la vida en el planeta es una gran interacción constante,
alocada, incontrolable, fortuita, inconmesurable.
Siento
si soy un poco farragoso escribiendo. Intentaré recuperar el hilo.
Como decía, cuando quiero decir o hacer algo (interaccionar
activamente) necesito palabras. Sin embargo esas palabras no son
cosas, quiero decir,
en principio, no son corpóreas, físicas. Así que no están metidas
en un baúl, no están organizadas. Sencillamente tengo conexiones
entre palabras, esas conexiones intuyo que son meramente arbitrarias.
A veces cuando no recuerdo una palabra pienso en otras que tienen una
sonoridad parecida, las digo en alto, y son absurdas, quien está a
mi lado frunce el ceño con desconcierto, sin embargo, acabo sacando
la palabra que quiero a partir de otras que pertenecen a distintos
mundos simbólicos.
Así que todo está muy desordenado y el hecho de que algo suceda, de
que consiga decir lo que estoy pensando, es muy fortuito, en
ocasiones nos atascamos porque no conseguimos hacer llegar el
mensaje, desistimos, nos distraemos y a los pocos minutos la palabra
viene a nuestra mente, a
vece a tiempo, a veces a destiempo. En otras ocasiones, pensamos algo
en un punto de el espacio. Por ejemplo, pienso algo mientras estoy
cagando pero no puedo levantarme e ir a decírselo a mi amigo que
está en el salón hasta que termine de hacer mis
necesidades, así que me olvido
por un momento de lo que había pensado y a continuación voy al
salón. Al llegar al salón no soy capaz de recordar lo que quería
decir, resignado desisto, pero como se me había olvidado algo en el
baño, regreso, y al estar en el espacio físico en el que la idea se
me ocurrió, la puñetera idea vuelve a abrirse paso entre toda la
morralla perceptiva a la que como todo ser vivo tengo que hacer
continuo caso, y como ya no estoy con los pantalones bajados y el
culo lleno de mierda, puedo volver ligero al salón con mi idea
retenida. Así de absurdo y aleatorio es todo. No quiero decir nada
más al respecto ahora mismo, salvo que, tengo que reconocer que
perfectamente podría levantarme en mitad de mi cagada, sacar la
cabeza por la puerta del baño y gritar mi idea, incluso podría ir
al salón a pasitos cortos para asegurarme de que la otra persona
puede escucharme con claridad. Sin embargo, surge de nuevo el
problema de la morralla perceptiva.
Aparecer en el salón, desnudo de cintura para abajo, resultaría tan
desconcertante que la otra persona apenas podría prestar atención a
mi idea. Esto es un problema clave, porque lo cierto es que todo este
desorden está mediado culturalmente por innumerables
convencionalismos,
muchos de ellos arbitrarios, aleatorios. Dejaré el beneficio de la
duda para no decir que todos los convencionalismos son arbitrarios, y
la dejaré porque entiendo que existen secuencias lógicas
inapelables. Por ejemplo, para hacer una tortilla primero hay que
romper los huevos, es imposible hacerlo al contrario. Puede que la
tortilla como tal, como plato típico español, sea un
convencionalismo, un significado compartido, incluso puede que haya
diferentes desarrollos posibles para hacer una tortilla, pero aun
así, en todos los casos uno debe primero romper los huevos y solo
después podrá hacer la tortilla y solo cuando la tortilla esté
preparada podrá ser comida.
Así que todo, toda la vida, es un gran desorden convencional,
voluble, fortuito. Y dado esto nos vemos en la obligación de tenerlo
en cuenta. Aquello que suceda en la vida de cada uno depende de
muchas cosas, pero entre esas cosas están las decisiones que cada
uno tome en cada momento. Sin embargo, esas decisiones también son
desordenadas y fortuitas, algunas de ellas basadas en secuencias
lógicas, pero, son secuencias lógicas inscritas en un desorden
convencional. Así que, no tengo muchas opciones. Si tengo suerte, mi
interlocutor, que me conoce y sabe que en ocasiones aparezco
semidesnudo en el salón, hará caso omiso a mi desnudez y se
centrará en mis palabras, o, en caso contrario, si decido esperar a
limpiarme y subirme los pantalones, tendré suerte si consigo retener
la idea o si al volver al baño vuelve también conmigo la idea. Es
complicado, lo sé, y soy farragoso, lo siento.
A donde quiero llegar es a que como sujetos interactivos tomamos
decisiones fortuitas basadas en los límites de lo que consideramos
posible, o de lo que conocemos, o de lo que en un momento concreto
somos capaces de recordar dentro de aquello que conocemos o creemos
conocer.
Otro
de mis asuntos problemáticos es que, he leído muchos textos de
diferentes autores y eso quizá ha creado un poso,
como el del café, en el fondo de mi taza, tarra, cabeza, mente,
memoria. ¿Se entiende lo que quiero decir? Todo resulta una gran
metáfora continuada en el lenguaje humano. Toda nuestra
inteligencia, nuestro raciocinio, nuestro cúmulo de experiencias no
es más que una metáfora. Una metáfora muy compleja, por supuesto.
Entonces yo, he leido. Y, además de lo que he tenido que leer para
aprobar las asignaturas, he leído también otros libros por propio
interés. Sin embargo, a la postre, no soy capaz de considerarme
apenas un poquito sabio, o libre, o superior a nadie. Y esto es solo
una intuición, porque conozco a personas que manifiestan verbalmente
ser más que otras personas, tener algo especial por el hecho de
haber pasado por la universidad. Yo, en muchas ocasiones, más que
beneficiado me siento lastrado. Lo que se supone que debería ser mi
perspectiva sociológica en
muchas ocasiones me impide empatizar con mis congéneres. Además de
esto, otro mal sabor de boca,
entiendaseme, otra mala sensación
que me acompaña es que, muy en relación con lo anterior, me siento
desilusionado porque yo suponía que estudiando conseguiría
esclarecer lo que es dado en llamar perspectiva crítica.
A estas alturas, ¡quizá! Posea yo en mi poso algo de criticismo,
pero en general, tengo la sensación de que los ambientes simbólicos
universitarios, los convencionalismos estructurales que guían el
desarrollo de la acción, el devenir universitario, el flujo de
aprendizaje, está profundamente atascado. Me he aburrido tanto en
clase que apenas he ido. He aprobado un montón de asignaturas
haciendo auténticas bazofias intelectuales. He sufrido desánimo
profundo. ¡Lo sé! Esto solo es mi situación personal. Otras
personas quizá se sientan mucho más cultivadas, llenas, especiales,
nutridas, muchas otras personas seguramente sientan que han
aprovechado sus años de universidad. Y yo camino con una espinita
clavada en el lomo. He picoteado, en los diferentes textos de las
diferentes asignaturas, temas muy diferentes, ¿Por qué siento yo
esto así como lo siento?¿Porque siento que hay amas de casa de
saben más de filosofía que los barbudos del siglo XIX? Hay en las
ciencias sociales mucha de esa morralla perceptiva, convencional,
histórica que lastra y ralentiza cualquier desarrollo humano.
Y
ahora, llegados a este punto quisiera confesar que yo nunca he votado
en ninguna de las elecciones que el Estado Español me ha permitido
hacerlo. No lo he hecho porque he tenido profundas reservas en
relación al significado de ese símbolo. Por lo mismo he faltado a
tantas clases, porque tenía grandes reservas en relación al
significado de ese símbolo. Se podría argumentar, ¡mejor es
aprovechar lo que hay, por malo que sea, que perder el tiempo
negando! ¡Quizá he sido demasiado crítico!¡Demasiado niñato! Lo
único que puedo decir en mi favor es que me aburría soberanamente
la estética, la forma de abordar, en muchas ocasiones también los
contenidos. Y el aburrimiento es de los peores enemigos. Pero, una
vez más, me gustaría seguir con lo que quería decir. Yo nunca he
votado porque tenía serias reservar para hacerlo. No me convencía,
me parecía, y me parece, una pantomima, una patochada, una mofa, una
carcajada en nuestras caras.
Quizá eso es de las pocas cosas buenas que he reforzado leyendo
sociología a capítulos sueltos inconexos. Por lo que he podido
entender, capitalismo y Estado van de la mano. No quiero ponerme aquí
a teorizar nada. Solo quiero dejar caer una cosa. Entiendo que los
convencionalismos son muy poderosos, que median nuestras decisiones,
nuestras percepciones del mundo. E, igual que no sé si llegará el
día en el que sea aceptable que salga del baño con el culo lleno de
mierda y los pantalones por los tobillos, no tengo nada claro, no hay
ningún indicio que me asegure, que la gente dejará de votar, de
creer que ese símbolo tiene sentido, que les dignifica, que
dignifica a su simbólico país. ¡El mundo es un gran desorden
mundial! Tengo que reconocer, de todas formas, que las consignas más
neutras y más exitosas son: QUE SE VAYAN TODOS, POLITICOS CORRUPTOS
/BANQUEROS USUREROS. Y cosas por el estilo. Sin embargo, todos
seguimos votando, todos seguimos dejando que los bancos nos la
claven. Estado y Bancos son amiguitos. Entonces, nosotros, el resto
de pringados, somos directamente gilipollas, cobardes. ¡Y es normal!
No es fácil divorciarse, divorciarse es un acto de valentía, de
dignidad propia... Pero aun así, a pesar de todo, tengo muchos
amigos que sé que van a votar a la izquierda en las próximas
elecciones. Pensarán, claro, que el reformismo de la izquierda hará
del mundo un lugar mejor, poquito a poquito... pensarán, mejor es
tener algo que no tener nada. Sin embargo, ¿Qué ganamos si la
izquierda progre hace cuatro reformas para calmar la frustración
generalizada? Es otra estrategía más para ganar las elecciones, ¿Y
después? Los productos seguirán viniendo de China, el petroleo
seguirá subiendo de precio, el sistema de pensiones seguirá siendo
insostenible, y todo está inscrito en ese desorden mundial
capitalista inhumano. ¿Qué sentido tiene votar a la izquierda en un
país en mitad de todo este meollo? Me parece iluso teniendo en
cuenta las grandes fuerzas que operan y convencionan el estado de
las cosas. Parece que la gente votara para quedarse tranquila
consigo misma. ¡Yo no voté al PP así que no me mires mal! Incluso
aunque el PSOE democratice sus bases, incluso aunque cambiaran alguna
pequeñas cositas, seguiríamos siendo participes de muchas cosas
feas.
Me resulta patético. Por otro lado, no quiero parecer pretencioso,
yo soy un pringado más. Yo estoy en un país ajeno, trabajando por
cuatro duros... yo estoy en el mundo. Y siendo sincero no quiero
vivir así en el futuro, pero, lo reconozco, no sé cómo ostias voy
a hacer para dignificarme en ese futuro, para poder mirarme en el
espejo y no darme lástima. Porque doy por hecho que muchas personas
obvian el asco y la repugnancia que se tienen a si mismas, y a sus
jefes. Viven con ello... como con otras tantas cosas.
Por
último, quería compartir aquí un link que es una entrada de un
blog que publica desde la pagina web del periódico Público. La
entrada se llama “Diez señales inequívocas de que España está
viajando hacia el pasado”. De entre las señales que destaca yo
destaco la energía y el cemento. Entiendo que las necesidades
básicas, son necesidades
básicas. Sin embargo, me da la
sensación de que la gente sigue viviendo con ese sueño progresista,
ilustrado, capitalista, derrochador y es a eso a veces a lo que se
llama necesidades básicas. Si yo puedo calertame de una manera
infinitamente más económica y menos dañina con el medio ambiente,
¿soy indigno porque no utilizo gas natural? Estoy en Escocia, veo a
peña en manga corta, en pantalon corto, a 27 de diciembre que
estamos hoy, y aquí en realidad no hace especialmente frío, eso si,
llueve mucho. A donde quiero llegar es que la propia sensación de
frió es un convencionalismo. Las necesidades son creadas (muchas de
ellas). Y me parece mucho más importante y fructífero dejarnos de
mierdas y empezar a reconocer que ese sueño es un lastre brutal. El
otro ejemplo es el del ladrillo... qué puta mierda queremos
construir, qué piso o casa queremos comprar... Somos gilipollas.
Otra de las señales habla de que la gente ahora intenta reparar los
electrodomécticos en vez de comprar uno nuevo. ¡Ostias! ¿Pues no
es eso mucho más sensato y consecuente?
En resumen, muchas de las cosas que son consideradas como
dignificantes son una auténtica bazofia. ¡El trabajo dignifica los
cojones! Ir a la universidad tampoco lo hace, comer comida cara del
supermercado, enlatada, malos productos, cosas baratas que son caras,
puta mierda de comida, y beber alcohol cada fin de semana, el teatro
de que unos sean clientes y los otros sumisos, dóciles, camareros
uniformados dispuestos a servir educadamente y sonriendo con
auténtica falsedad,y otras mil millones de cosas, ¡Todas queremos
que nos sirvan! Eso es el sueño ilustrado, adquirir los privilegios
(derechos privados) de los nobles, pero solo la cáscara, nadie
quiere ser realmente noble en el otro sentido, en el sentido que
Ortega y Gaset habla en “La rebelión de las masas” . En
definitiva no aparecer en el salón con los pantalones por los
tobillos y una gran idea en la cabeza, lo cual en un momento dado
sería mucho más noble que lanzar la idea por el retrete. Para mi es
frustrante porque hacer eso sería poético, creativo, divertido,
realmente enriquecedor, sería quizá también absurdo, rompedor,
pero en el fondo es todo tan aburrido que es lo único que le pido a
la vida que aparezcan personas que hagan cosas inesperadas.
Como
ejemplo, ya para cerrar diré que... ayer estuve trabajando diez
horas, porque aquí en Escocia el día que las familias comen juntas
es el 25 y no el 24 como en España. Al finalizar la jornada, solo
estábamos mi jefe y yo en el restaurante. El me ofreció llevarme a
casa, no es que viva excesivamente lejos, pero fue un día muy
ajetreado y además está bien que me lleve, es un ratito solo con él
en el coche y yo siempre intento aflojar la relación, porque no
quiero que siempre sea conmigo así de tieso... todo esto con las
dificultades que el idioma me pone. Cuando estábamos ya en mi calle,
me pregunto que si estaba solo. Estoy solo, llevo solo cerca de dos
semanas enteras. Me preguntó que hasta cuando, y me preguntó que si
podía llevarse a una tía a mi casa para follar. Yo me descojonaba
porque no me esperaba que me fuese a venir con esas. Es un hombre
siempre enchaquetado, casado y con una hija y un hijo. No sé que
pensaría otra persona, pero yo estoy aquí solo y aburrido y este
espacio muy inutilizado. Le dije que si me daría pasta, me dijo que
cuanto quería, le dije que me daba igual, que la voluntad, le dije
que qué hacía yo mientras el estaba ahí, y el me dijo que yo
estaría en trabajando, que solo era para un par de horas. Entonces
me preguntó si podía verlo, yo me seguía descojonando, pero nos
bajamos del coche y le enseñé el piso. Le gustó porque este piso
es amplio y no tiene mala facha del todo. Le enseñé la
habitaciones, la cocina, el salón y el baño, le dije la habitación
que podría usar. La habitación no es la mía, por supuesto, pero mi
compañero de piso procedente de Republica Checa, un chaval un poco
capullo que no me cae del todo mal pero tampoco del todo bien, no
vuelve hasta el cinco o seis de enero y ha dejado la habitación muy
recogidita, la cama sin sábanas y demás, de tal manera que la
habitación parece nueva. Es lo más divertido que me ha pasado desde
que estoy solo. Dejarle a mi jefe una habitación para que folle con
alguien que no es su esposa, no se si con una amante o con una
prostituta, y además me llevo algo de pasta. Puede que sea un poco
miserable por mi parte, pero pienso que me viene bien el dinero,
pienso que si acaso miserable será el hecho de que él se rebaje a
pedirme esto, si es que hubiera que considerar esto una bajura, quizá
es mejor considerarlo como naturalidad, incluso puedo entender que le
aburre follar siempre
con la misma mujer. Todo son parte de esos intercambios simbólicos
que se repiten de forma incesante y aburrida
así que de vez en cuando prefiero rozar esos límites desconocidos
que me pueden llevar a sitios insospechados. Sé que si mi jefe se
viene a follar a mi casa nuestra relación cambiará y eso es muy
pero que muy divertido y nutritivo para mi.¿Qué podría hacerme
rechazar su propuesta, la decencia? Y esto es todo por hoy.
Publicación a la que hacía referencia http://blogs.publico.es/strambotic/2013/12/back-to-the-past/